Encuentro de las neurociencias con la escuela y los aprendizajes
Quito, 10 de febrero de 2023
Una de las debilidades del sistema educativo de Ecuador es la ausencia de políticas públicas y líneas de investigación, en los ámbitos de la educación, la pedagogía y la didáctica.
Los datos oficiales demuestran avances cuantitativos en cobertura, pero en los cualitativos –asociados a la calidad- todavía se reconocen falencias. El Ecuador se ubicó en la media regional en los resultados Terce, según la última medición de la Unesco denominada LLECE (Serce y Terce).
Un punto importante digno de mencionarse es la ejecución de las ocho políticas educativas de Estado contenidas en el Plan Decenal de Educación 2006-2015, que fueron aprobadas en referendo por el pueblo ecuatoriano, que constituyeron una guía significativa para el desarrollo de los planes, programas y proyectos. Pero en los últimos siete años, los cambios han ido más en la línea de la infraestructura y equipamiento -escuelas del milenio y otros programas subalternos-, antes que en fortalecer el ámbito cualitativo: la calidad, asociada a la mejora de los procesos de aprendizaje en las escuelas del país.
Interconexiones
En el Ecuador existen pocos estudios sobre las neurociencias y sus relaciones con las escuelas y los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Las escuelas –salvo excepciones- actúan sobre sistemas formales, anclados a modelos tradicionales, donde la gestión del currículo –lo administrativo- supera a las teorías pedagógicas, así como a los fundamentos curriculares, que deberían formar parte de la actualización de los docentes, y a los estándares de aprendizaje de los estudiantes, sobre la base de sistemas de evaluación y calidad sustentados en parámetros científicos.
Tracey Tokuhama-Espinosa ha identificado las interconexiones entre la psicología, el cerebro y la educación como ejes de sus investigaciones, que contrastan con los intentos de innovación desde el aparato escolar dirigido por el Ministerio de Educación, en el que prevalecen las estadísticas en financiamiento y cobertura, mientras que la calidad de la educación todavía es una deuda pendiente.
Y cuando nos referimos a la escuela nos encontramos ante un vacío no solo legal sino conceptual y pedagógico. La escuela actual responde a una cultura organizacional, que privilegia la cantidad de ‘materia’, en nombre de un currículo rígido, y donde los sistemas de evaluación compulsivos fomentan la incertidumbre, unidos a la falta casi absoluta de programas de investigación asociados a la educación, la pedagogía y la didáctica para la toma de decisiones.