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Los niños y las niñas son la esencia del aula


Vivo en Bogotá, Colombia. Soy casada, madre de dos hermosas bendiciones: Gabriel de cinco años y Sarah de tres años. Trabajo en la Secretaría de Educación del Distrito como maestra desde hace 17 años. Soy maestra bachiller, licenciada en psicología y pedagogía, especialista en orientación educativa y desarrollo humano y actualmente estudiante de maestría estudios en infancia.


Desde que tenía cuatro años me encantaba jugar a ser profesora con las muñecas porque me sentía feliz compartiendo con otros y enseñando. Durante mis prácticas en la normal, para ser maestra bachiller, pude conocer realidades difíciles en niños y niñas que encontraban en la escuela un soporte para volver a sonreír.


Además, me topé con una maestra que me ayudó a descubrir mis potencialidades y vencer mis miedos, me escuchó y me animó a seguir mis sueños aunque las condiciones económicas eran muy difíciles. Esas circunstancias fueron razones para decidirme a ser maestra, siendo el aula un espacio donde se siembran sueños, proyectos y donde cada estudiante con el que tengo la oportunidad de compartir, es una promesa para la nación. Depende de mi trabajo el promover sueños o frustrarlos. Más allá de impartir un saber, se tiene en nuestras manos una vida que está gestando razones para seguir creyendo y conquistando el mundo.


Considero que el reto más importante como educadora es que el estudiante no vaya a la escuela porque le tocó ir, sino que pueda encontrar en ese lugar la oportunidad de conocerse, descubrir sus posibilidades y continuar el camino en la búsqueda de sus sueños. Por supuesto, ello implica que el maestro reconozca la singularidad de quien llega al aula y de sus familias, su cultura, sus preguntas, su diversidad, para no desconocerle, ni invisibilizarle, sino lograr un diálogo de saberes en el que todos sean tenidos en cuenta.


Durante mi carrera he tenido muchas experiencias gratificantes, pues cada día es un regalo que te otorga la vida como maestra. Sin duda, recuerdo hace poco una llamada que me hizo un estudiante diciéndome con orgullo que en su tesis de pregrado en Filosofía había dedicado unas líneas a mí y que deseaba que estuviera en su graduación junto a su madre. Este joven, hace algunos años, en su básica primaria, tenía dificultades en su aprendizaje, había repetido varios años y no daban muchas esperanzas por él, contrariamente a esas predicciones tenía todo para soñar y hace poco logró vencer sus miedos, estudiar filosofía y actualmente labora como maestro de básica secundaria.


Recuerdo además, después de haber llegado de Ecuador tuvimos una reunión con los niños, niñas y familias que han sido parte del proyecto, quienes tomaron en sus manos el Nôus quedando registrado en fotos, con el orgullo de haber obtenido el mejor de los premios, verles tan felices, abrazados junto a sus padres siendo parte de este reconocimiento fue muy alentador. Por eso creo que así como ellos, cada niño y niña que dibuja una sonrisa en sus labios, que me regala un abrazo diario, que salta de emoción cuando ha descubierto algo, que se llena de júbilo cuando ha construido un aprendizaje, que se gradúa y conquista lo que ha trazado en su mente, y que encuentra en sí mismo fuerzas para seguir luchando ante las dificultades, son experiencias gratificantes que llenan la vida de un maestro y dan mayores motivos para seguir apostándole año tras año.


Amo a quienes hacen posible este sueño, los niños y las niñas son la esencia del aula, sus preguntas, sonrisas, abrazos, sus mimos hacen del aula un lienzo donde podemos pintar mil creaciones y reinventar otras tantas. Amo también las dificultades, los no puedo, los aparentes imposibles, porque detrás de ellos, como me sucedió a mí, hay un potencial enorme por descubrir y pretextos para innovar desde el aula, de mano con los estudiantes y con sus familias. Y sin duda la oportunidad que me da el ser maestra para seguir aprendiendo cada día más de mis estudiantes, de mis colegas, de la institución, los retos que se trasponen en el camino para que un maestro construya sueños para un país más humano.


El Concurso de Excelencia Educativa de Fundación FIDAL me hace pensar en el cuento “las aventuras de Pinocho” el hada de cabellos color turquesa estuvo allí animando, procurando, alentando el sueño de Pinocho para que él fuera un niño de verdad. Así ha sido FIDAL y este concurso para mi vida y mi carrera como maestra. Toparme con un hada que sabe ver más allá de lo aparente, que valora la labor del maestro, quien trabaja muchas veces de forma invisible en la institución, quien está en favor de una educación de calidad, pero sobre todo quien quiere forjar seres humanos felices y realizados.


Este concurso ha posibilitado dignificar mi labor como maestra, socializar aquello que he trabajado junto a mis compañeras año tras año, sistematizar la experiencia y darla a conocer a través de las fronteras. Así mismo es una oportunidad única para conocer personajes que han impactado mi vida con su carrera, sus construcciones y su labor como investigadores en torno a la educación. Siento que esto permite retarme a ser mejor cada día, a no desmayar ante las dificultades, a seguir innovando en el aula, porque cada niño y niña merece que demos la milla extra.

Tadiana Guadalupe Escorcia Romero

Ganadora del Tercer Concurso Latinoamericano de Excelencia Educativa

Bogotá-Colombia

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