La educación por competencias, un reto para las escuelas
Quito, 11 de febrero de 2023
El sistema educativo de Ecuador se ha reformado –no cabe duda-, pero sin un paraguas conceptual o epistemológico. Y peor metodológico. Detrás de los cambios no hay una teoría o conjunto de teorías pedagógicas, y si han existido no han dado piso ni techo a las reformas.
Los profesores siguen formándose de acuerdo a patrones tradicionales, y lo que es grave: la reforma no ha llegado a la escuela, que es motor de la educación. También no hay un sistema de investigación que documente los cambios, y las universidades –salvo excepciones- sufren la ausencia de estudiantes, quienes escogen otras profesiones que son más ‘rentables’, mientras la pedagogía ha quedado relegada.
Marco constitucional y legal
El Art. 27 de la Constitución vigente (2008) expresa: “La educación se centrará en el ser humano y garantizará su desarrollo holístico, en el marco del respeto a los derechos humanos, al medio ambiente sustentable y a la democracia; será participativa, obligatoria, intercultural, democrática, incluyente y diversa, de calidad y calidez; impulsará la equidad de género, la justicia, la solidaridad y la paz; estimulará el sentido crítico, el arte y la cultura física, la iniciativa individual y comunitaria, y el desarrollo de competencias y capacidades para crear y trabajar”.
El Art. 6. de la Ley Orgánica de Educación vigente, dice: “La principal obligación del Estado es el cumplimiento pleno, permanente y progresivo de los derechos y garantías constitucionales en materia educativa, y de los principios y fines establecidos en esta Ley. Literal x/: Garantizar que los planes y programas de educación inicial, básica y el bachillerato, expresados en el currículo, fomenten el desarrollo de competencias y capacidades para crear conocimientos y fomentar la incorporación de los ciudadanos al mundo del trabajo”.
Del texto de estas disposiciones se infiere que la educación ecuatoriana es por competencias, sistema generalizado en el mundo, que desarrolla capacidades de formación autónoma vinculadas a cuatro estándares básicos: aprender a saber, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser, según Jacques Delors, asumidas por las Naciones Unidas. Estas competencias pedagógicas no han sido aplicadas por el Ministerio de Educación, que impulsó la modalidad por destrezas.
Matriz educativa nacional
Frente a estos avances y carencias es urgente partir de una línea base. Y articular una propuesta pedagógica por competencias, que sea consistente, rigurosa en lo académico y participativa, que de luz a la comunidad de aprendizaje -la escuela- para orientar no solo el currículo, sino otras instancias del proceso educativo, como son la metodología y la evaluación por competencias.
Junto a lo anterior se plantea la necesidad de diseñar conjuntamente con el Consejo Nacional de Educación –que debe ser conformado y convocado- una matriz educativa nacional, que permita articular políticas públicas sociales y económicas de largo plazo, sostenibles y sustentables, con la participación de la ciudadanía y el sector privado, que tengan como ejes los índices de desarrollo humano: salud/nutrición, educación/escolaridad/alfabetización y empleo seguro. Y la necesaria vinculación de la educación inicial, básica, bachillerato y superior con mejores profesores. ¡Esa será la verdadera transformación del país!
Las competencias pedagógicas
Nuevo enfoque
El problema central de la educación es el modelo educativo, caracterizado por el academicismo –que gira sobre los contenidos-, y la fragmentación -dispersión en un sinnúmero de áreas y materias que no integran al conocimiento con la vida-. Las competencias se definen como saber-hacer en contexto; es decir, ser competente es saber-hacer bien las cosas (resolver problemas), y saber-actuar con las personas (relaciones). Este saber-hacer y saber-actuar implica: comprender cómo se actúa, asumir de manera responsable las consecuencias, y transformar los contextos a favor del bienestar humano.
Campos semánticos
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La competencia asociada con la educación para la eficacia y las demandas del mercado, en donde el saber-hacer que se reclama debe entronizarse con la economía mundial, hacia la globalización y los modelos neoliberales.
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La competencia asociada con la educación integral y la formación de sujetos críticos, en donde el saber-hacer se vincula a los contextos socio-culturales, el sentido ético-humanístico y la cualificación de las condiciones de vida. Nos adherimos al segundo. Si la inteligencia es la capacidad para resolver problemas, la competencia es una manifestación de la inteligencia.