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Quito, 30 de mayo de 2018

Redacción FIDAL

La Cosecha

La sensación maravillosa de sumergir las manos en los granos recién recolectados en el campo, la de la fragancia de las papas que se sacan de la tierra removida y generosa, el color nuevo de las hortalizas que sobresalen en medio de los campos cultivados, nos da una idea de lo que la COSECHA significa, después de la larga espera, de los tiempos transcurridos, de las impaciencias, los desobligos, las batallas celebradas.

 

Así me siento yo el día de hoy, así seguramente se siente cada maestro cuando mira los logros y las consecuciones de sus alumnos en las diversas etapas de sus vidas. Sabiendo que la COSECHA es opima, que los sentimientos se desbordan y que las lágrimas surgen espontáneas como una liberación de la felicidad que se guarda en lo más íntimo del ser.

 

El concepto de COSECHA es fundamental en el campo educativo, porque nos lleva primero a lo que significa la siembra, con su proceso de aprestamiento del campo, y no solamente por referirnos a lo que menciona el Eclesiastés, el maravilloso libro bíblico del tiempo hay de todo: "tiempo de sembrar y de cosechar", sino porque conlleva las diferentes etapas en las que los agricultores piensan y tienen necesariamente que aguardar, siendo ese, el tiempo de la espera, un ingrediente sin el cual no llega la satisfacción final.

 

La protección de las semillas, el cuidado con el riego y los abonos, el mimo con la plantita que crece, la contemplación de la floración y la producción de los frutos, todos son pasos dignos de celebrar, todos merecen el aplauso y el contentamiento, así como cada desafío, cada reto, cada sinsabor que logra superarse, son parte de la maravillosa tarea que entraña el ser MAESTRO, así escrito y pronunciado con mayúsculas, en forma superlativa, para relievarlo ante la sociedad entera, ante el mundo.

 

Aprendí de la abuela agricultora, la paciencia que la profesión requiere, la necesidad de los vientos, de las lluvias, de los soles, aprendí del abuelo campesino la satisfacción que se advierte en los ojos en los que el velo de las lágrimas apenas se insinúa y los deja más brillantes, el retozo de percibir los árboles cuajados de los frutos rojizos o amarillos en medio de las hojas protectoras.

 

Así percibo yo la tarea de formar, de educar, de aquella que los ha traído aquí, a este gran espacio repleto de personas a quienes les interesa la educación, que la estimulan y valoran, para ser reconocidos, para sentir que el trabajo vale la pena, que no podemos dejar solas a las maestras y maestros en sus afanes, en sus deseos, en sus luchas, por ello hemos construido no solamente la posibilidad de obtener premios y reconocimientos como los que la Fundación FIDAL entrega en esta Décima edición del concurso ecuatoriano y V del Iberoamericano de Excelencia Educativa, sino que hemos creado un ambiente en el que se respira y se vibra con la educación a través de una Expo Feria, en la que la Innovación y la Excelencia son las matrices generadoras, en las que los expertos diseñan sus métodos y los comparten, en las que las mentes ávidas, siempre hambrientas de más conocimientos, de los maestros, se sienten retribuidas.

 

El desarrollo de la inteligencia, la construcción de interrelaciones humanas y sociales válidas, la expansión de la afectividad, la capacidad de crear, son todos retos impostergables que requiere la educación contemporánea. Hacia allá vamos, con fe y entusiasmo, porque tenemos esperanzas, con la calidad de profesores que aquí se encuentran, con los que nos acompañan desde lejanas latitudes y con los que se deciden por optar por esta carrera que les dejará inmensas satisfacciones, porque ser maestro es ser formador, es ser forjador de sueños, es ser plantador de semillas.

 

* (Este discurso fue pronunciado en la Ceremonia de Premiación del X Concurso Nacional y V Iberoamericano de Excelencia Educativa, el 25 de abril 2018, en Quito)

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